Si se tuviera ocasión de observar a una clase con 15 niños pequeños, en la cual mientras uno ordena con paciencia, y concentración un grupo de figuras geométricas, otro se ocupa de identificar las notas musicales, o aprende a sumar uniendo varas de madera, donde cada uno se desplaza de acuerdo a sus intereses y necesidades y la maestra pudiera ausentarse del aula sin que esto provoque un griterío y un caos grande, seguramente uno pensaría que se equivocó de planeta.
Porque la conjunción entre libertad y orden, entre aprendizaje y juego, no suelen ser lo habitual en los métodos de enseñanza tradicionales.
Sin embargo, a principios del Siglo XX (en 1906), María Montessori empieza a imaginar y a poner en práctica un sistema pedagógico que intentaba conciliar aquellos principios aparentemente opuestos, basándose en el conocimiento y el respeto de la evolución natural del niño.
María Montessori observa que los niños van pasando por diferente etapas naturales: se llevan todo a la boca, les llama la atención el agua, gatean o les gusta abrir y cerrar cosas, etc. Ella comienza a aprovechar estos periodos para darles cierto objetivo de aprendizaje.
Si al pequeño le interesa jugar con agua, la maestra se lo posibilita, poniendo el agua en carritos para que el niño aprenda a verter el líquido de un jarro al siguiente ayudándolo en el proceso a mejorar su condición motriz. O si está pasando por un periodo en el que le gusta tocar todo, se le dan prismas con distintas formas geométricas, de manera que aprende a reconocerlas al tiempo que aprende nociones de volumen, color, peso y textura.
Para trabajar de esta manera con los niños, se requiere de un ambiente especial. María Montessori reconoce que ni la escuela, ni el hogar se habían creado para adecuarse a las necesidades de los más pequeños, por lo que se ocupa de crear un medio ambiente natural, en donde las cosas son de un tamaño de acuerdo a la escala de un niño, logrando que se desenvuelvan con mayor naturalidad. Además, hay toda clase de material didáctico, especialmente diseñado para aprovechar al máximo el desarrollo sensorial de los niños. Y entre todo lo expuesto, son ellos mismos los que eligen lo que quieren y necesitan hacer.
En resumen, podría decirse que éste es un método basado en la libertad de un medio preparado.
Ahora bien, ¿cuál es el papel que cumplen los maestros en este particular sistema de enseñanza? y, ¿dónde quedan los principios de orden y disciplina, tan buscados en la pedagogía clásica?
Los maestros que han recibido la formación del Sistema Montessori, se llaman Guías.
El maestro cumple la función de guiar al alumno en todo momento, pero de una manera indirecta. Se ocupa de preparar el ambiente adecuado con los estímulos necesarios para mantener el interés del niño y también interviene al enseñarle a usar material didáctico. De entrada, su papel es más activo, pero a medida que los niños adquieren independencia, se convierte en un atento espectador, cuya tarea principal es orientar a los niños hacia el aprendizaje y la autocreación.
El orden y la disciplina parte de que el niño selecciona sus actividades, se le acostumbra a que todo trabajo que se empieza, se termina, además de que el material que se utiliza tiene un lugar y para que otros niños lo puedan también utilizar hay que ponerlo donde estaba.
En resumen, el Sistema Montessori genera espacio justo para a libertad y creatividad de cada niño. Por lo que no hay cabida para la anarquía y el libertinaje, sino para la creación y la autodisciplina.
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